Monday, May 23, 2011

Relato de un amigo cornudo: Manuel

    Relatado por Manuel:


    Chocha de la esposa de Manuel llenada de leche por su corneador


    Mi relato sucede cuando yo apenas tenía 16 años y la que era mi novia de 15.

    Ella, a su muy corta edad era, y aún lo es, una linda putita infiel.
    Para ponerlos en contexto les comento: Por cuestiones familiares tuve que iniciar mi vida laboral desde niño. A los 16 años ya trabajaba como chofer manejando una camioneta de mudanzas. Obvio por la edad no podía tener licencia, pero como en México todo se puede, obtuve un permiso chueco (ilegal).
    A la sazón, vivía en un pequeño poblado en las cercanías del DF. Éramos unos cuantos centenares los habitantes del pueblo, muchos de ellos parientes entre sí. Por ser tan pocos casi todos nos conocíamos y, además de la religión, el entretenimiento preferido del pueblo era; el chisme... todos nos enterábamos de la vida de los demás.

    Eso causaba que el  escarnio y la burlas fueran  muy temidas por todos los que vivíamos en el pueblo. Aunque eso no detuvo nunca  a Sanchos o corneadores, mujeres infieles, maridos engañados, maridos sumisos, gays, bisexuales  y demás fauna humana para que vivieran su vida como ellos querían.

    Ya les contaré muchas de las historias cornudas que había en mi pueblo.

    Bueno, por las razones anteriores y para que el texto sea más coherente para los lectores ocasionales, escribiré en el siguiente relato que sucede cuando mi novia y yo teníamos 18 años (la mayoría de edad en México).


    Mis primeros cuernos

    Todo empieza de alguna manera y, reflexionando del porque me gustan tanto los cuernos, recordé la primera vez que besé una boca con sabor al semen de otro, que chupe unos pezones con moretones causadas por las rudas caricias del Sancho*, que batí el atole (semen), mezclando mi leche con la que  mi Sancho dejaba  dentro de la vagina de mi novia. Yo no lo sabía entonces pero yo ya era un gran cornudo.

    *En México le decimos Sancho al amante de la esposa o novia.

    Conocí a la que fue mi novia de toda la vida. Ella, era una de las niñas que vivían en mi misma calle. Convivimos en muchas ocasiones, jugando junto con otros muchos niños y niñas en el parque del pueblo. Ella es una linda mujer, bajita, de tez morena, que casi siempre usa el pelo  corto que enmarca su dulce rostro y su mirada coqueta. Su boca de labios carnosos (gruesos) sabe decir palabras muy calientes. Su cuerpo en aquella época era algo llenito, con no mucha cintura, pero aderezado con sus bellas  nalgas, pero con  mejores y frondosas tetas.

    Teníamos una relación muy candente, cogíamos cada vez que podíamos. Sí, apenas teníamos 18 años y la calentura nos quemaba. A Perla le encantaba mamarme la verga a cada rato. Usábamos cualquier rincón para “jugar”, a veces ya encendidos fuimos a dar al suelo y ahí fornicábamos hasta saciar nuestros apetitos. Luego nos teníamos que sacudir la ropa que quedaba llena de tierra, pero eso no importaba.
    Perla, trabajaba en un pequeño restaurant como mesera, yo que trabajé casi desde muy, muy joven, era dueño de un pequeño negocio que me obligaba a viajar continuamente. Mis viajes duraban poco, 2 o 3 días.

    Esa era la oportunidad que tenía mi novia para engañarme, pero nunca pensé que me fuera infiel. Pero que equivocado estaba.

    Empezaron los rumores. En aquellos años el pueblo era muy pequeño así que  casi todos nos conocíamos. Muchos sabían de nuestra relación y pensaban que terminaríamos casados. Pero como decía, los rumores comenzaron, las miradas burlonas, los cuchicheos. Todo a mis espaldas, nadie me decía nada de frente.

    Perla y yo seguíamos saliendo, paseábamos por el pueblo aún con las miradas burlonas de mis paisanos.

    Algo pasaba, pero no sabía qué. Mis amigos me evadían. Sabían que estaba profundamente enamorado de Perla así que me evitaban y menos aún me decían los chismes que corrían por el pueblo.

    Cuando mis viajes me lo permitían, a veces, esperaba a Perla en la esquina de la casa, ella llegaba ya tarde del trabajo, pero siempre aprovechábamos para darnos un buen faje, me mamaba la verga hasta venirme en su boca o si se podía hasta un buen palo nos echábamos. Todo al amparo de la noche y de un terreno que tenía una pequeña casa abandonada, en la misma calle del pueblo en que vivíamos.

    Pero, nada es perfecto. Mi novia empezó a llegar cada vez mas tarde. Me decía que había mucho trabajo en el restaurant. Me molestaba, pero ella siempre me sabía contentar. Me llevaba a nuestro escondite y me decía:
    ---Vamos amor, no te enojes, ven bésame—

    La muy puta, yo no lo sabía, pero mi novia ya venía de coger y mamarle la verga a mi Sancho y disfrutaba de darme a probar en secreto el sabor de su verga y a veces hasta del  semen que recibía cuando su amante tenía su orgasmo ya fuera en su boca o en su vagina.
    Sin saberlo besaba y mordisqueaba sus pezones todavía cubiertos con los restos de saliva y seguro a veces de semen del Sancho. Perla me pedía que le besara y chupara todos sus rincones y yo gustoso la complacía. No sabía que la muy cabrona se deleitaba al engañarme y embarrarme con la leche de su amante.

    Yo, al principio reaccionaba enojado por que llegaba muy tarde. Pero siempre  la perdonaba por ser tan caliente y complaciente y porque me dominaba con las candentes sesiones de sexo que me ofrecía.

    No lo niego, sí le note cambios. Algunos moretones en las tetas, chupetones en el cuello. Le reclamé. Mi novia siempre me decía que por qué me enojaba si yo se los había causado. En la intimidad era cada vez más sucia, más complaciente, más golosa. Obvio yo le creía. Me dominaba con los placeres que ella me ofrecía.

    ¿Los rumores? Me valieron madre, no escuché las insinuaciones de mis amigos. Estaba enculado con la manera de coger de Perla.

    Para mi desgracia, de pronto, todo cambió.

    Una noche ya muy tarde, Salí a esperarla, ella  sabía que regresaría a casa hasta el día siguiente, pero algo cambió mi viaje y regresé un día antes. Quería darle la sorpresa. Quería hacerle el amor, disfrutar de su cuerpo.
    Ya era muy tarde, de madrugada. Estaba preocupado, varias veces había salido a la esquina a esperarla pero nada, y ni cómo llamarle, en aquellos años no existía el celular.
    Fui a la casa a orinar. Cuando regresé a la esquina vi que recién había estacionado una camioneta,  un poco más allá de  la esquina. Seguí esperándola. Nada. Unos minutos después, dentro de la camioneta a pesar de la oscuridad (me ayudaba un farol que no estaba muy lejos) alcanzaba a notar algunos movimientos.

    De pronto, un pensamiento me asaltó, la duda me inquietaba. Me acerqué a escondidas al vehículo. Me asomé con cuidado al interior y pude ver a mi novia mamándole la verga a un desconocido!!!

    ¡Hija de su pinche madre! Mi novia me engañaba. Pero algo me pasó, me quedé ahí. Escondido, paralizado, viendo como Perla se recostaba en el asiento y su amante le metía la verga por un buen rato hasta que tuvo su orgasmo y le lleno la chocha de semen.

    Mi novia se notaba feliz, cachonda, gozando con la verga de su amante. A pesar de la música que surgía de dentro del vehículo, alcance a escuchar sus gemidos. La muy cabrona gozaba cada metida de verga como una puta. Yo como pendejo, no atinaba a reaccionar. Sólo me obsesionaba por ocultarme y seguir viendo como se cogían a Perla. Cómo se cogían mi novia.

    Cuando noté que terminaban de coger. Me oculté más en la oscuridad. Me retiré agachándome, para evitar la posibilidad de que me vieran. Di la vuelta a la cuadra por el otro lado. Para hacer tiempo, para que Perla no pudiera sospechar. Sí, ella sabía que yo debiera estar trabajando pero quería estar seguro. No debía sospechar que yo la había visto con el otro.

    Esperé unos minutos, luego me acercaba a la esquina otra vez, cuando la vi caminar hacia a mí. Ella me vió, me sonrió y con el gesto de sorpresa en su cara me dijo: --- Te esperaba hasta mañana mi amor ¿cómo estas?---

    Me tomó la cara y me dio un beso. Si un beso con sabor a  verga de otro hombre. Yo estaba encabronado, muy enojado, pero era mucho mayor mi deseo, tenía la verga parada a  todo lo que daba. Mi novia lo notó...
    ---Uy amor, pobrecito, estas muy caliente, vente mi amor, vamos a nuestro nidito--- Me dijo cachonda y complaciente.
    Ya en nuestro escondite, me pidió que la besara, yo comencé a deleitarme besando su boca con sabor a verga, sus pezones de mujer infiel, sus nalgas compartidas. La pasión me nubló el entendimiento.

    Me dijo: Cógeme. Se empinó apoyándose en el muro, dejando a mi alcance sus bellas nalgas y la entrada al paraíso. Sin pensarlo le metí la verga, estaba muy húmeda, pero muy caliente. Recordaba que recién otra verga había estado dentro de mi novia. Me aguanté cuanto pude, pero pronto me vine en su vagina y se mezclo mi semen con el de Sancho.
    La cara de mi novia me decía todo. Se le notaba la cara de pícara, de traviesa.
    ----Pobrecito estabas muy caliente. Pero ya llegué yo para dejarte tranquilito mi vida--- Me dijo dulcemente.
    ---Gracias amor, por eso te amo tanto--- Le contesté desarmado ante su forma de coger.

    Estaba enojado, pero no quería perder a una mujer tan sabrosa y complaciente.

    Unos minutos después la dejé al frente de su casa. Me dio un último beso con sabor de mujer infiel y se metió a su casa.

    Yo me quede ahí. Sin saber qué hacer. Bueno el que calla otorga ¿verdad? Caminá a mi casa, para dormir un rato.




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